22.10.25

Las miserables

 La última vez que la vi iba caminando hacia el Centro cultural alta córdoba y me cruzó de frente. Ella venía saliendo de la villa Los Galpones, caminaba por la mitad de la calle, despreocupada de las reglas y del tránsito que a esa hora y por esta calle eran nulos. Me confrontó con la mirada llana y me espetó - Tiene algo para darme doña? - No tengo nada le contesté sintiendo culpa de haber destinado los mugrosos doscientos treinta pesos que tenía en la billetera a comprar unos caramelos para llevar al taller de escritura. Ocho me había dicho la chica del kiosco, ocho caramelos y me había parecido bastante. Me quedé mal, pensando que a ella le hubieran servido para calmar su hambre. Aunque hoy no comprás nada con doscientos treinta pesos. Me quedé pensando, mientras caminaba, que mal que estamos, ella con su miseria y yo con la mía. Dos diferentes clases de miseria. Podría haberle ofrecido comprar algo para comer usando mi plástico: la tarjeta, ó el celular: la billetera virtual. Pero no lo hice y seguí adelante concentrada en llegar temprano a mi taller de escritura creativa. 

Anoche también la vi. Bajé a recibir al delivery que me traía mi medio kilo de helado para ver el partido Argentina-Puerto Rico y la vi revolviendo la basura. También sentí culpa burguesa pero no hice nada. Ni subí a buscarle algo de comida ni dejé de saborear el helado mirando el encuentro amistoso televisado. 

La he visto deambulando por el barrio, flaca, en sus huesos. Los ojos desorbitados, el pelo cortado a cuchillo. La nariz aguileña. La he visto en la misa los domingos a la tarde cuando fui con mi padre. Hablando a los gritos en el medio de la ceremonia, sin importarle nada. Qué podría importarle? Un domingo me dijo :¡ Mirá la campera que me regaló mi padrino!. Hacía frío. Se la acababa de dar en el altar. Era un diácono, pensé qué suerte que tiene un padrino. 

También la he visto a la salida de misa pidiendo - Una aiudaa!

Y ahora estoy aquí escribiendo estas palabras que no veo que puedan ayudarla en nada concreto. Ni ropa ni comida.