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La casa es nuestra tercera piel dice Hundertwasser,
el arquitecto que también dijo que “Si el arte por el arte es una aberración,
la arquitectura por la arquitectura es un crimen”.
El sueño de tener la casa propia, esta tercera piel
que parece ser la piel más difícil de obtener, de procurarse. En relación con
este sueño anhelado y su relación con la política podríamos escribir largo y
tendido. La casa propia trae consigo, en consecuencia directa el baño propio. Juan
Carlos Jiménez Rufino[1],
comenta en su biografía la impresión que le causó usar un inodoro por primera
vez en su vida, la alegría y el placer que le causó tener su propio baño. Y
también cuenta más tarde como ese mismo artefacto se convertiría en un
instrumento de tortura para la práctica llamada “el submarino”, cuando los
militares hacían racias en los bailes y se lo llevaban junto con sus
seguidores.
En la película Slumdog Millionaire titulada
¿Quién quiere ser millonario? en castellano, hay una escena inolvidable que nos
muestra una evidencia del progreso de la tecnología sanitaria y la conveniencia
de tener un baño privado.[2]
Marcel Duchamp, el artista que fundó el arte
conceptual al elegir un urinal ó mingitorio
y lo elevó a la categoría de objeto artístico “ready made”, decía que el
único arte que habían desarrollado los norteamericanos era la industria de
sanitarios.
He sido invitada para participar en la tesis de
Soledad Cipollari, acepté y voy a realizar una instalación artística en el baño.
He leído bastante sobre Hundertwasser y las cinco pieles del hombre. Voy a
hacer mi aporte desde la piel de una
mujer.
De los espacios disponibles escogí el baño, al
principio sin pensarlo mucho, se me presentó como un lugar pasible de ser
continente de múltiples sentidos y sensaciones.
Es un lugar privado, cálido en general y húmedo. En el baño podemos
encontrar agua controlada.
En la literatura, muchas veces encontramos el agua,
el baño o el río como metáforas del tiempo, de la verdad desnuda, de Eros, la
vida, la búsqueda de la eterna juventud.
El Baño
Las cejas levantadas, la boca
entreabierta, mirabas huir en la corriente del río la túnica que se te había
escapado.
Pasaba por la orilla y te grité: “Salud,
hija de Baktili; ¡Que la felicidad sea contigo!”
Me contestaste: ¿Cómo podría ser feliz?
Allá va mi túnica en la corriente…”
Y como el poeta sabe usar las
oportunidades te dije: “Hija de Baktili, ¡que la felicidad sea contigo! Tu
juventud es parecida a esa túnica en la corriente: se aleja de ti cada día que
pasa y no hay mano que sepa retenerla.
No te quedes mirándola escapar. Ven bajo este follaje y ya te haré yo un
vestido de caricias”. [3]
Anónimo
En las calles de Córdoba,
esta poesía ha mutado y podríamos escucharla en la subversión local, un poco
menos romántica y más salvaje o guarra: “Mamita, vení que te hago una túnica de
baba”. En tiempos de violencia de género, estas frases se interpretan como
abuso.
En otro texto anónimo a
propósito del baño se lee “Y la hora de
mi mayor deleite es la del baño general. El baño se realiza al mediodía y es
verdaderamente una fiesta cotidiana de ondas, de líneas, de luz y de armonía.”
El baño para mí también
es un lugar de privacidad, por ejemplo, cuando se convive con otros muchos,
sean familiares o no. Recuerdo haber tenido una conversación fundamental con mi
hijo cuando tenía cinco años y debía tomar una decisión para mi futuro laboral
que nos afectaba a los dos. Fue el único rincón que encontré donde podríamos
hablar tranquilos, sin interrupciones y en privado. También es biblioteca,
cuando sabés que vas a demorar, te llevas un libro y el tiempo pasa más
alegremente y uno siente que lo ha aprovechado.
El baño puede tener
asociados también momentos trágicos, como cuando luego de un asalto a mano
armada en tu propio domicilio, fuiste encerrado junto a otros cinco integrantes
del grupo familiar a punta de pistola, y te encontrás a centímetros de distancia,
piel con piel durante unos cuantos, interminables veinte minutos, exprimiendo
tu cerebro en un ejercicio magnífico de inteligencia colectiva para desarmar la
percha de las toallas, luego la cerradura, quitar el picaporte y recuperar la
libertad.
El baño puede albergar
el recuerdo de un encuentro amoroso, una ducha placentera llena de caricias y
besos.
El baño puede haber
sido acogedor para depilarte las piernas con cera ó pasarte la maquinita para
sacarte los pelos. Media pierna, pierna completa, cavado, tira de cola,
cachetitos. También es el lugar más adecuado para encremarte luego de una ducha
para aliviar los efectos de un intenso baño de sol. Es el mejor lugar para
cortarte las uñas de los pies porque es más fácil de barrer luego, y además
tenés el inodoro para sentarte y apoyar los pies sobre el bidet.
El bidet sería objeto
de extensa literatura, vamos a dejarlo para otra oportunidad, pero basta con
sugerir que ha sido tematizado en canciones. “No hagas promesas sobre el
bidet”dijo Charly García. Se dice que es un invento argentino y usualmente
pierde agua, por arriba ó por abajo ó no tiene suficiente presión, en general
los médicos desaconsejan su uso a las mujeres especialmente en diagnósticos de
candidiasis. El uso del bidet puede proporcionar mucho placer en las zonas
erógenas. Y su inexistencia en algunos países asegura anécdotas inolvidables.
Recuerdo en una ocasión estábamos en la cola de un parque de agua, esperando
nuestro turno para lanzarnos por un tobogán acuático. Mi hijo, que en ese tiempo
no pasaba de unos ciento veinte centímetros de estatura, se dio vuelta y me
dijo “qué feo huelen los ingleses ¿por qué no usan bidet?”
Hay otros afeites que
tienen lugar en el baño: lavarse los dientes por ejemplo, es una típica escena
repetida en cientos de películas y novelas televisivas, que muestran
situaciones de intimidad, sensuales, trágicas en el caso de las películas de
terror cuando se mezclan los barbitúricos con otros medicamentos en el mueble
detrás del espejo.
También uno puede
lavarse las manos y aquí la asociación inmediata de la cuestión de Poncio
Pilatos, lavarse las manos es una actitud bastante típica en estas latitudes.
Las escenas de tocador
han sido representadas muy a menudo por pintores de todos los tiempos y
lugares. A mi mente acuden raudas imágenes mezcladas, innumerables visitas a
museos con páginas de libros conteniendo los desnudos de Ingres, Goya, Morisot,
Courbet, entre tantos otros. Casi siempre mujeres posando desnudas, o envueltas
en toallas, peinándose.
Voy a realizar una
instalación en el baño con objetos reciclados, recontextualizados, objetos
ordinarios, imágenes de revistas, imágenes de colección de infancia, entre
otras cosas. Voy a crear una instalación en el baño de la Casa-Taller y espero
que sea también un aporte para una construcción colectiva de sentido con la
intención que nos abra mundo o más comprensión de éste por la vía de la
sensibilidad estética y la sensibilidad crítica.
[1] Alias “La mona” en Juan Carlos
Jiménez Rufino, Autobiografía, Raíz de dos, Córdoba, 2010.
[2] Un niño está defecando en un
agujero cerrado con cuatro paredes de madera, y ese artefacto primitivo es un
baño público y rentado además. Viene un cliente apurado, y otro niño, que
controla el ingreso a cambio de unas monedas, golpea su puerta y le dice que se
apresure. El niño no sale, el cliente urgido de necesidad entonces pide al niño
portero que le devuelvan su dinero y se va a buscar otro lugar. Se escucha un helicóptero
y alguien grita que viene un fulano que representa un héroe de ficción. El niño
que cobraba a la puerta del retrete la
traba colocando una silla. El niño que está adentro mira por las rendijas y
advierte que una muchedumbre comienza a correr, entonces se sube los pantalones
y mira hacia las profundidades olorosas, se tapa la nariz y salta, invocando
los poderes del héroe que está llegando en el helicóptero con su foto en la
mano extendida hacia lo alto. Escapa, y corre entre la multitud, y obtiene el
autógrafo tan codiciado. Los que vimos
esa película no podremos olvidarnos jamás
la imagen de su piel cubierta de excrementos. https://www.youtube.com/watch?v=SqefnBfskZo Película
completa subtitulada en español
[3]
Bárbara Beloc, compiladora, El desnudo , la piel de Eros, Biblioteca Erótica,
Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2001, página 41.
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